Con el esfuerzo por mantener los ojos abiertos, el
despertador acababa de sonar por segunda vez
y sabía que debía levantarme porque Martín pasaría pronto a la
gasolinera que está cerca de mi casa, para poder irnos a Orizaba, a dar
función, jugar con los niños y darles talleres; niños de prescolar, para niños
pequeños; la idea de dar un taller me ponía algo tensa, ya que había
contado ya cuentos para niños menores de 6 años, pero esta sería la
primera vez que daría un taller sencillo de trabajo manual. Después de
alistarme salí caminando tranquilamente hacia la gasolinera, a los cinco
minutos ya estaba sentada esperando a Martín, revisando un cuento que
recientemente conseguí; pero la espera fue corta, voltee y vi cómo entraba el
pointer rojo con placas de Veracruz a la gasolinera, cerré de golpe el libro, luego me acerqué al carro
para entrar en el y encontrarme con Martín y con Sergio.
La plática no tardó en comenzar, plática sobre planes,
tareas por concluir, revisiones, bromas ocasionales; mientras la música de
Bandula sonaba de fondo en todo el camino hacia Orizaba.
Una vez que llegamos a Orizaba paramos un momento para que
Martín tuviera los datos completos de la escuela que visitaríamos esa mañana,
mientras Sergio y yo esperamos en el carro platicando un poco sobre películas
de Miyazaki (genialmente recomendables) hasta que Martín regresó y nos
encaminamos a escuela donde se daría la Juglareada, el cual no estaba lejos de
donde estábamos.
Al bajar del carro el calor de la región se hizo más
evidente; era mi segunda vez en Orizaba (si, en toda mi vida) por unos segundos
antes de ayudar a cargar los materiales de la función y el taller, vi los
enormes cerros verdes alrededor de la zona; después recogí mi celular que salió
volando cuando bajé del carro y a cargar las cosas al interior de la escuela.
Martín habló con la directora para ponerse de acuerdo en horarios, darle una
breve idea de las actividades que se realizarían; luego de dar algunos detalles
volvió con Sergio y conmigo para indicarnos cómo se dividirían las actividades: Juegos, taller, recreo, función.
Martín me indicó que revisara el material que tenía disponible y revisara los
diseños para el taller, mientras el y Sergio fueron a acomodar el sonido.
Los niños salieron en fila de los salones, no todos tenían el mismo uniforme, resultó que se juntaron grupos de tres escuelas Orizaba, Central y Niños de Orizaba; no eran tantos (aparentemente) pero cuando todos formaron un círculo para tomar el enorme paracaídas, era muy evidente que no cabrían todos, entonces se decidió que la mitad de los niños tomarían el taller, mientras la otra mitad jugaría en el patio con el paracaídas, después los grupos cambiarían de actividad, los de paracaídas al taller, los que acababan de tomar taller al paracaídas.
Los grupo se
separaron mientras tomaba la maleta de materiales y las maestras
preguntaban a qué salón dirigirse para el taller; finalmente fue en el salón de
usos múltiples, los niños entraron, se acomodaron, de vez en cuando se
escuchaba una maestra llamando la atención de algún niño que no estaba sentado
o estaba distraído hasta que casi se logró el silencio (casi, pero los niños no
son amantes del silencio, creo que yo tampoco realmente) pude dar las
indicaciones sobre la pequeña manualidad que cada pequeño niño tenía que hacer;
todo parecía orden hasta que puse los colores al centro del círculo, fue como
apretar el botón rojo de peligro, los niños no sabían qué color elegir, algunos
querían agarrar más de un color, otros no se decidían por el dibujo que querían
que llevara; pero fue misión cumplida, todos terminaron; Martín entró y ordenó
en filas a los niños que habían terminado, se los llevó y entró el otro grupo
que venía contento de jugar, ¡a empezar de nuevo!
Sonó la campana, los niños salieron a recreo, mientras
Martín, Sergio y yo almorzamos tranquilamente, tacos dorados de papa y gelatina
de coco (como era de saborizante artificial Sergio no tuvo problemas para
comerla), después algo de práctica con
los malabares hasta que todos los niños con sus maestras entraron del recreo
para la función. Primero la introducción, un cuento con Sergio, después Martín entró a contar cuento, incluso
tocó el acordeón; juego con pollos, niños riéndose, poema con malabares y un
lindo cierre para que los niños salieran del salón, un arcoíris de malabares.
Después todo fue acomodar cosas en las maletas, repartir tarjetas,
guardar maletas en el carro y dar las gracias en la escuela, después regresamos
al punto donde Martín paró en la mañana antes de la juglareada, una escuela
donde estaban amigas de Martín que han visto la actividad de Juglaria y que
pronto también será visitada su escuela dentro de la gira por Orizaba.
Salimos de la escuela, fuimos a comer algo antes de volver,
sonará poético (poesía culinaria, claro) pero fue la comida de las picadas a la
orilla del lago; en efecto había un lago junto a los puestos de comida, el
perímetro vigilado muchos pájaros
esperando que cayera comida al suelo; en fin, fue un rato para platicar y bromear un poco antes de un
ameno regreso a Puebla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario