Alguien fuera de México puede considerar sano, normal o disfrutable llorrar por enchilarse. Lo dudo.
Pocas cosas como el Chile, aquí en todo Mesoamérica y en ciertas regiones del norte de México todo se come con picante en sus diversas presentaciones: Chile en polvo, salsa, Chile amor (didas), en rajas, en pico de gallo (ensalada con tomate, cebolla y cilantro), guacamole (con aguacate o palta) y una infinidad de guisos y maneras.
Hay poquísimas cosas que escapan de mezclarse con picante: la leche y el café. Fuera de esas dos bebidas a todo le ponemos Chile en México: frutas, verduras, dulces, guisos, sopas, frijoles, maíz, pizzas, hamburguesas incluso en los restaurantes de comidas asiáticas incorporan salsas o chiles a los platos.
Es maravilloso sin duda. Si algo nos define como mexicanos es nuestra comida y las maneras para los ritos de hacerla y disfrutarla.
Para muestra, este chico que en el recreo compró una naranja con Chile, pero se le pasó la mano a tal grado que se le enchilaron nariz y ojos.
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